sábado, 10 de enero de 2015

El dedo que quería ser corazón. (Recreación del amante)

(por Sergio Gervilla)

Se me ha roto el corazón
pero tranquilos
es sólo el dedo.

He roto mil paredes
sin entender el por qué
de tu exigencia
al no querer
cruzar la puerta
que nos llevaba
a un adiós sin besos.

He muerto
trescientas veces
en tu interior
para que te dieras cuenta
que lo quieres
es querer
sin morir en el intento.

He tenido que cruzar
un océano
sin ver lo que hay debajo
de las sábanas de tu cama
durante todo el tiempo
que he estado fuera,
regalándote las ganas de verme.

El álbum debut
de tus lágrimas
cae en picado
en las listas de ventas
de nuestro primer beso.

Y es que he muerto
ahí dentro
sin quererlo
porque no hacías otra cosa
que reinventar  la palabra
sexo
para que llegase a la altura
de lo que nosotros hacíamos.

Tiramos el amor a la basura
y nos dimos cuenta
que reciclar
lo que queríamos hacer
era demasiado anticuado.

Somos unos modernos en esto de sujetarnos
la cabeza del otro en nuestros hombros
para que aún así sus lágrimas
caigan encima de nosotros.

Acariciar por acariciar
por saber que eres mía
y que yo soy tuyo.

Qué a nadie le interesa nada
porque la nada no le interesa a nadie.

Morir argumentando
que el corazón es un órgano vital
no sirve para nada
porque a nadie le interesa la nada,
y menos, tú corazón.

Me explayo en el horizonte
sin que se ponga el sol
porque yo quiero ver tu cadera
entreponiendose entre el sol
y el mar,
haciendo hueco a la ganas
que tengo de tirarme por ellas
para acabar reinventando de nuevo
la palabra sexo en tu sexo.

Para empezar a llamar
a lo nuestro
la alegría de las nubes
del último día
de la semana que nos vimos
por última vez
con nuestra primera mirada.

Has vuelto a romper todas
las vasijas de cristal fino
de mi casa,
y ni siquiera has querido
llamar a la puerta para avisarme.

Necesito olvidarme del olor de tu pelo
porque esta vez se me ha roto el corazón
y te aseguro
que no ha sido el dedo.  

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