Hay gente que dice que si no hubiese sido ciudad portuaria Santa Cruz de Tenerife habría sido una ciudad maravillosa abierta al mar. De fondo este discurso es que esconde detrás todos los nuevos-viejos proyectos de especulación urbanística y turística de Santa Cruz bajo el discurso de "abrir de nuevo la ciudad al mar", que al final resulta ser ganar más terrenos al mar alejándolo cada vez más. En realidad si no hubiese sido portuaria Santa Cruz no habría llegado a ser jamás ciudad, su desarrollo histórico dependió precisamente de su carácter portuario.
Claro, hoy mar se relaciona con "turismo" y no con lo que fue históricamente. Pero seguimos siendo islas. Y con una fuerte dependencia del exterior que nos obliga (incluso seguiría siendo necesario aún si se llegase a un cierto grado de soberanía alimentaria) a que entren los productos por vía marítima.
Por otro lado, cada cierto tiempo surge la pejiguera del nombre de la isla de La Palma ante los continuos equívocos con otros topónimos como Las Palmas, Palma de Mallorca o Las Palmas de Anaga. Si supieran que además la gente del Valle de Aridane y La Banda llamamos a la capital de la isla no Santa Cruz de La Palma (toma, para que la confundan con Santa Cruz de Tenerife), sino La Palma, sí, igual que la isla, más se liaría. Ante esto, algunos sectores defienden volver a un nombre antiguo, no Benahoare, sino San Miguel de La Palma (para rizar el rizo, algunos fans de las nomenclaturas con santidad proponen simplemente San Miguel, para que nos confundan con una de las Islas Azores). ¿Por qué estoy en contra de llamar a la isla "San Miguel de La Palma"? Porque San Miguel hace referencia al día que se inició la conquista (la invasión) de la isla. Incluso durante la Guerra Civil española el franquismo hizo uso de la iconografía de San Miguel como "la valiente legión fascista" luchando contra el demonio (el "comunismo") y sus aliados (la ciencia).
Dailos González Díaz